La gran exclusiva / Scoop

por Daniel Burman

La película muestra cómo un programa periodístico de la BBC gestionó y produjo en 2019 una entrevista exclusiva con el príncipe Andrew, el desarrollo de esa entrevista y sus consecuencias, ya que el hijo de la reina británica había estado estrechamente vinculado al proxeneta y pedófilo Jeffrey Epstein.

Más allá de las innegables virtudes de esta película basada en un reportaje real, la pintura de los ámbitos que aborda, los personajes implicados, el reportaje mismo y sus consecuencias mueven a la reflexión sobre la importancia de una televisión estatal, el trabajo periodístico serio, el profesionalismo de los empleados de la corona cercanos al poder, la percepción que tienen de sí mismos y de su impunidad algunos personajes del poder y last but not least, como dicen los mismos británicos, las diferentes sensibilidades de las audiencias al discurso: en este caso vemos cómo no sólo las conductas sino también el discurso “moderado” en un reportaje (y sus decisivas omisiones) de nada menos  que un príncipe real británico pudieron incidir negativamente en su destino mientras que en otras latitudes un discurso violento, irresponsable y cargado de resentimiento cautiva otras audiencias permitiendo alcanzar el poder a ciertos personajes que incluso siguen utilizando el mismo discurso violento como herramienta de gobierno.

La película cuenta con un muy buen elenco: Gillian Anderson como la incisiva periodista estrella que le hace el reportaje, Billie Piper (la “novia de Frankenstein” en la serie Penny Dreadful) como la gestora del contacto con la secretaria de Andrew , Keeley Hawes (la ministra coprotagonista de la serie Guardaespaldas), como la secretaria privada del príncipe, Romola Garai (también periodista en la gran serie The Hour), como la productora general del programa periodístico y Rufus Sewell como el indolente Príncipe Andrew.

Se nota que la película está dirigida por el responsable de The Crown, Philip Martin, con esa elegante impronta de respetuosa indiscreción (y que podría ser tomada como un capítulo excluído de la serie). Pero a ello le suma un gran nervio narrativo, que plantea el relato como un thriller matizado con pizcas del infaltable e inefable humor británico.

Pero más allá de las virtudes del film, la pintura de los ámbitos que aborda, los personajes implicados, el reportaje y sus consecuencias mueven a la reflexión.

En primer lugar, la importancia de una televisión estatal que, si bien es sometida a ajustes, perdura más allá de los signos políticos y se desenvuelve con relativa independencia de ellos e incluso de la Corona.

En segundo lugar, cómo se lleva adelante un trabajo periodístico serio, responsable, independiente y audaz.

En tercer lugar, el profesionalismo de los empleados de la corona.

En cuarto, la percepción que tienen de sí mismos y de su impunidad algunos personajes del poder.

Y por último, last but not least, como dicen los mismos británicos, las diferentes sensibilidades de las audiencias al discurso: en este caso vemos cómo no sólo las conductas sino también el discurso “moderado” en un reportaje (y sus decisivas omisiones) de nada menos  que un príncipe real británico pudieron incidir negativamente en su destino mientras que en otras latitudes un discurso violento, irresponsable y cargado de resentimiento cautiva otras audiencias permitiendo llevar al poder a ciertos personajes que incluso siguen utilizando el mismo discurso violento como herramienta de gobierno.

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